martes, marzo 29, 2011

La camisa, la mancha, los armarios

Al llegar al trabajo me he dado cuenta de que tenía una enorme mancha en la camisa y que me hablaba. Primero me dijo que se aburría (no sé si la camisa o la mancha, ¡o la mancha que al estar sobre la camisa era capaz de hablar por/bajo/con esta estricta circunstancia!) que quería salir más de vez en cuando del armario (¿más de cuando en cuando, más de vez en cuando o solo en ocasiones?) y que quería tener la libertad de salir con cualquier tipo y no conmigo siempre, y hacer un blog y oler bien siempre (no olerme a mí por supuesto) y abrazar a cualquiera y que no la lavara tanto y, si era así, que en un barreño a ser posible con poco jabón y suave y que el agua estuviera calentita y que la sacara cuando ésta se enfriara un poquito solo.
No sé. Os juro que no se había manifestado nunca hasta esta mañana (repito: no sé si era la mancha, la camisa...). Os confieso que lo he pasado mal porque todos mis compañeros de trabajo a lo largo de la mañana han mirado con cierto desconcierto, interés, sorpresa, ironía, tristeza, angustia o desazón mi camisa... ¿o era a la mancha? No recuerdo. Este es el problema de llevar camisa y en ésta una mancha. Pero se acerca el buen tiempo, sí. A partir de ahora, camisetas y sin dibujo y negras para evitarme ciertos encuentros que pienso inevitables debido a la grave situación en la que se encuentra mi vestuario que, por seguirle el juego a la camisa revolucionaria (¡serpiente habías de ser!) se ha declarado en huelga (¿pero no eran solo los monos de trabajo los únicos que se ponían en huelga...? ¡ahora hasta los señoritos se sienten ultrajados en sus derechos laborales!) y mañana me han jurado que no van a salir del armario a menos que. Esto último, por supuesto, me ha hecho gracia.   

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