miércoles, julio 06, 2011

La encrucijada

No sé qué aguardamos aquí. No entiendo por qué estamos sentados en este lugar. Un sitio árido, seco, sin agua. A nuestra izquierda hay un muro de piedra blanca, porosa, que parece cerrar el camino. (Por qué hablo en plural, ¿quién es el que me acompaña? Siento sólo una presencia junto a mí, un bulto, una persona que se encuentra a mi lado pero que sólo percibo). Sentados, eso sí, en un par de piedras planas. Creo que son los mojones de este camino que se ha detenido, que se disgrega como una piedra, en tres brazos. Uno hacia el fondo, frenta a mí, que apenas es horizonte; otro, que sigue no sé hasta adónde, a mi espalda, y un tercero, por ser tercero, el que impacta contra el muro o pared o elemento natural del propio paisaje.
Sí, sentado, sin pensar en nada, solo mirando, abriendo los ojos bien para ver toda esta inmensidad que parece no contra mí porque me encuentro tranquilo aunque ligeramente expectante, aguardo con calma.

Pero... ¿qué es lo que veo, qué es lo que estoy viendo...?  Parece otro que como yo viene por el mismo camino del mojón donde me siento, (perdón, nos sentamos) pero..., qué es, ¿qué...? tan solo puedo ver que está plenamente cubierto por una chilaba, curtida como un enorme pellejo de animal, amarillenta, cerúlea, resplandeciente y que se acerca... y compruebo también que su chilaba es una enorme cola que se proyecta varios metros detrás de su persona. Con la cabeza ligeramente inclinada camina, completamente cubierta, completamente cerrada sobre sí. Sigue lentamente aproximándose hasta que no sé... ¿por qué esta sensación de terror, este pánico porque se acerque, este desasosiego tan elemental, tan incontenible. ¿No puedo levantarme y marcharme? ¿No puedo? No. Solo puedo comprobar cómo se acerca lenta pero inexorable, haciéndose cada vez más evidente, sin poder huir, sin tomar cualquier de los dos caminos e incluso saltar el muro o la pared o incluso decir al que me acompaña que me ayude pero junto a mí no hay nadie... Ya no hay nadie.
Al llegar junto a mí, su enorme capa donde no veo rostro, me envuelve. Su gran lentitud al acercarse ha sido inmediatez absoluta al cubrirme. En el interior de su chilaba contemplo un campo aún más inabarcable que en el que he estado... ¿esperándole? Una indescriptible tormenta de arena, un continuo ir y venir de guijarros aparece ante mis ojos. La tierra agitada, febril, convulsionada, rota, aparece ante mis ojos. Entiendo que debo desaparecer.

No hay comentarios: