miércoles, julio 20, 2011

Un día cualquiera

El otro día mientras me emborrachaba alegremente en la terraza de uno de mis lugares favoritos

(donde aún se puede escuchar el vinilo, es decir, ese objeto o soporte que iba a desterrar por completo -y como nos querían vender los bocazas del progreso- el CD o Compact Disc, aunque en el lugar en el que estábamos no se oía la música)

con un amigo se unieron a nosotros un par de yanquis ingleses o ingleses yanquis -no sé, no recuerdo si eran de una o de otra parte del Enorme Charco- que se encontraban en la mesa contigua, y aún no sé por qué razón (tal vez porque mi amigo se aburría soberanamente conmigo pues yo ya estaba bien calado de cerveza, además en algunos casos en los que me hallo así, soy de naturaleza callada) los entramos y al presentarme mi colega como poeta (cosa que siempre me ha hecho mucha gracia por lo que tiene de gracioso, ustedes ya me comprenderán) él me preguntó que qué poeta me gustaba más, yo le dije que Philip Larkin (acababa de leer sus poemas de Pentecostés) y me quedé mirándoles. El chico, que lo conocía, me dijo que era, en un perfecto inglés yanqui que no entendí ni papa -me tradujo mi amigo- que era conservador, bastante conservador, un misógino y un racista. Vamos, un hijodeputa en su vida de ponerse ropa encima y todo eso, no como escritor, como escritor es cojonudo, como diría uno, sí, uno cualquiera, por ejemplo yo, unos poemas "descacharrantes".
Yo le miré y no le contesté pero me dieron ganas de contestarle que yo también era un jodido fascista de mierda pero me hacía gracia que la chica con la que iba aquel yanquinglés cada vez que se levantaba de la silla se le veía la hucha, es decir la raja del culo. También porque la chica parecía muy simpática y muy dulce, muy sonrosada, y a mí no me atraía nada. De hecho me caían los dos muy bien y eran muy majos y a mí me encantó la lectura de Philip Larkin de hacía unos días. Por cierto, semanas atrás se lo había mangado a mi hermana. (Después de la mudanza a su nuevo hogar lo había dejado en casa de mi madre, olvidado, abandonado entre un coelho, un pilar de la tierra y toda esa basura prefabricada jolibudiense de buenos y malos, pasta dura y papel que se deshace entre las manos, pero eso sí, divertida, supongo que divertida, por tanto, creo yo, que es de razón cogerlo y quedármelo y leerlo y aprovecharlo). ¿Y si le hubiera dicho Pound? También había comprado un texto de José María Pemán llamado: "Lo tradicional y lo moderno en Lope de Vega: Edad Media y Renacimiento". Discurso leído el día 27 de enero de 1962. (sí, el mismo tipo que escribió el himno de España a pesar de que todo el mundo lo niegue, España tiene himno y es una franquistada, por supuesto, pero eso no cupo en la Transición, me imagino). Nada más abrir el librito de apenas 22 páginas se puede apreciar un horrible y desagradabilísimo retrato de noséquién cojones es pero es la cosa más fea que he visto refiriéndose (dios no lo quiera, por favor, por favor) a Lope de Vega. Me costó un euro en la Cuesta de Moyano y tiene el aguila en la portada y atrás, en la contra, el símbolo de VCTR, ya saben, (también había comprado por otro euro un libro sobre los tesoros de la pintura española del Ermitage, pero esto no viene al caso) el de la victoria con lo que podía haber pasado por un franquista que lee a Pemán y a Larkin y que una buena noche, borracho, sin dinero, con un amigo aburrido de mi conversación, se encuentra con dos jóvenes yanquingleses y les cuenta todo eso. Vamos, lo que se dice un tío-fraude.

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