miércoles, septiembre 07, 2011

Unas sucias botas de montaña

Sale del trabajo a las cinco y media
recibe un sms
dónde encontrarlos
en el bar de un amigo
toma el metro. Son dos paradas, solamente,
"¡quiero salir! ¡estoy aquí todo el día" -dice el colega,
mientras echa el cierre,
le preguntan si ha comido
"bueno, queda algo"
le contestan,
está engordando cada vez más,
lo sabe,
un bocadillo en un banco
junto a una casa abandonada
las ventanas tapiadas
la maleza ha cubierto por entero
la fachada y le gusta el silencio
aunque ha aparcado justo detrás de él
una mujer su coche. Abre la puerta,
y él comprueba cómo se quita unas sucias botas de montaña
y coloca unos zapatos de aguja junto a los pedales.
Ha vuelto a cerrar la puerta,
ha dejado el motor en marcha
y detrás de él escucha su molesto diesel. 
Mientras,
come su baguette de jamón con tomate
y mira a un lado y al otro,
sin pensar,
o pensar
solo
si esto se repetirá un día y otro día más, y así, seguidamente,
y en ella, sí,
en ella también piensa
y sus colegas hablan
de cómo el padre de uno de ellos le tiró los tejos
a la hermana de su mujer, de esto hace ya cinco años.
Se sientan en la terraza.
Continua la conversación, no ha parado en ningún momento,
hablando de si está bien airearlo,
debilidades -él parece no estar ahí, de hecho creo que no lo está aunque se empeñe en-
de que todos debamos enterarnos de las miserias del prójimo.
No tiene que salir de la pareja -dice otro.
Se acerca el camarero
que viste una curiosa pajarita y un desarreglado peluquín negro
y un interfono para comunicarse con cocina y con las camareras que se encuentran
a unos quince metros pero se vuelve:
"he olvidado mi bloc, ¿puedes traermelo?... debe estar por ahí... sí, mi bloc... gracias".
La madre está destrozada. Piensa en separarse. En huir de aquella casa,
en abandonar. La hija insiste al padre en que tiene que estar con ella
cuando más le necesita, pero
"te digo que lo siento y que no quiero hablar más de ello"
le dice a la mujer con la que ha convivido más de cuarenta años.
Él solo piensa en contarle a su amiga, cuando estén solos,
que el otro día...
cuando le alcanzan para preguntarle si sigue escribiendo.
Sí, contesta.

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