Aquel hombre vasto que parece un camionero, de grandes manos y pecho ancho, que mira con ojos tristes y le pide al camarero un Hada Verde; aquel hombre viejo pero joven, mucho más joven que muchos otros jóvenes, me cuenta en un momento de confianza cómo le dijo a su padre hace unos muchos años, apenas llegaba a los 18, que se iba de casa, cómo se juntó con su chica, con la que más tarde se casó, y cómo llegó a este barrio y cómo se alojaban y compartían la vida y la casa con otra pareja y con más amigos que de pronto y de vez en cuando, más veces que cuándos, inundaban la casa compartida con colchonetas, ruidos y palabras. "Estaba Franco pero nosotros éramos libres, yo quería ser libre y me fui con mi mujer a esa casa porque nos sentíamos libres. ¡Qué iba a hacer yo en casa de mis padres...!, y allí vivíamos con otra pareja y luego venían amigos que también dejaban la casa de sus padres o que iban de paso de un sitio a otro, buscando también su lugar, porque ellos querían vivir... y todos dormían allí sobre colchonetas. Veías a gente en el pasillo, en las habitaciones...". Y con el vuelo de una de sus manos recrea cómo las colchonetas poblaban el pasillo, las habitaciones... todos allí, durmiendo... la libertad. Le digo de dónde soy y yo siempre me lío un poco con el "de dónde soy" y con el "dónde nací", y es en estas que me dice que su mujer era de un pueblo de Burgos, de Miranda, me dice que allí hizo muchos amigos, y otros amigos que ha ido perdiendo por el cáncer, porque había mucha fábrica o quién lo sabe, y lo que no querían los vascos pues en Miranda se quedaba y me mira y me pregunta si yo he perdido amigos y le contesto, y se sorprende porque es evidente que aun que nos llevamos algunos años de diferencia él ha perdido muchos más. Las comparaciones son odiosas, en este caso más.
Su mujer murió hace un par de años y baja al bar a beberse un Hada Verde y el muchacho que atiende la barra le regaña. "Me da igual, yo mañana no trabajo..." -dice, después me cuenta que está jubilado.
Nos fumamos un cigarro negro en el bar cerrado a cal y canto y seguimos charlando, intentando que la noche no se nos vuelque encima.
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