Entonces, de un extremo de la plaza escuchamos los gritos estentóreos de una señora que llamaba a su perrillo, el cual se había lanzado a correr enloquecidamente hacia el puesto: "¡Gurtel, Gurtel, ven aquí ahora mismo, no te me escapes!".
Las miradas de los peperos y nuestras risas no se hicieron esperar. "¡Gurtel, Gurtel!", chillaba la pobre mujer detrás del perrillo de aguas.
Gurtel fue a por ellos.
No quisimos presenciar cómo acabó la cosa, tal vez se quedaría prendado de una perrilla llamada Independencia y desviara por fin su interés, evitando así el encuentro con los que venían a buscar prosélitos.
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