lunes, febrero 18, 2019

Entre poetas

Ante el puesto callejero de libros, ante La Clandestino, la manera tan graciosa de señalarle  a la persona con la que camina lo que ha leído, casi como si fuera un niño ante unos juguetes muy vistosos, apuntar con el dedo: "mira, ese también está muy bien...", citar cuatro, cinco o más títulos y pensar: "claro, Ray, es mi puesto".
Luego desaparecer como si fuera un encuentro fortuito, porque fortuitos son los encuentros en la calle, un verano, un ancho paseo que pasa por delante de lo que hace muchos años ya fue germen de la cultura de este pueblo. También recomendarle la lectura de un libro, o su compra, de un buen amigo en el que has ayudado en lo que has podido... porque a ti siempre te ha interesado todo esto. Vivir casi de esto. A veces no es tan difícil.
Ahora que recojo esta noticia (AQUÍ) me resulta gracioso volver a recordar aquella historia, aquel cambio de impresiones, que se fijara por ejemplo en Sinclair Lewis o en Cesare Pavese (este libro se lo vendí ayer a una simpatiquísima colombiana, un libro extraordinario de cuentos, ya ajado, por tres pavos), y volver a recuperar aquellas sensaciones con la justificación de que aparece en la foto con otro colega, con Gonzalo, al que admiro aunque él no lo sepa, y a Luisa Castro una grandísima poeta de la maravillosa y potentísima lírica gallega (no se olviden de Luz Pichel).
En fin, ahí va mi comentario.

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