martes, septiembre 03, 2019

Murió Rayo, el perro de mi altura, herido de un balazo de no se sabe quién.

"La violencia de las horas"

Cerca de la aurora partiré llorando; 
y mientras mis años se vayan curvando, 
curvará guadañas mi ruta veloz. 
Y ante fríos óleos de la luna muriente, 
con timbres de aceros en tierra indolente, 
cavarán los perros, aullando, un adiós.

“Sauce”


César A. Vallejo 


A mi amigo César
le hiciera gracia que un perro chiquito, orejitas y hocicudo
le ladrara cuando saliera a pasear.
Culebreando se acercara a él
y llegando por un hueco del bajo vallado
se colocara a su diestra y le ladrara,

o bien, llegado a su enfrente,
con las patas cortitas bien dispuestas en el suelo
pusiera su fauce contra la cabeza del cholo
para recriminarle no sé qué acertijo,
no sé qué discurso entre ladridos,
no sé qué palabras milenarias;
y él, con ese rostro, sentado, 
sobre la piedra negra de la blanca piedra, 
mirase el costado de la luz,
la frente del solitario sol que ya se pone
hasta que se desvalaza en hilos
de diminuta sangre y se sumerge.
El perro pequeño, bravo, hocicudo,
quisiera hablarle, contarle de mamífero a mamífero.

Ya su ama lo recoge.
El silencio de la noche.
Abre un libro,
échate a andar.

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