viernes, enero 03, 2020

Río Arlanzón

Como si no existiera
la raíz, ni el dolor;
como si no existiera
la memoria, ni el latido.

Unirse, ya sabes
a qué me dedico
y con quién
en silencio
converso.

Pulso contra pulso,
la batalla siempre.
(Entrar en la casa del ser).
Perderse como la gloria entre la gloria,
enajenarse
para decir, navegar
sobre cada una de las manos del agua.
Temblar en el último.

Un cuerpo sigiloso se sumerge
en el hábito perenne de la vida,
y los que solo vehiculan
segundo y velocidad
nunca lo entenderían.

(Es demasiada la noche,
la que se posa como un pájaro en canción
sobre cada copa
de puntiaguda sombra;
es demasiada la noche
la que cimbrea lo inexplicable
que ves, la belleza que piensas por pensar,
por pensar y pensar...
¿no te traiciona?
¿no ocultas tu cuerpo
 a la transparencia?
¿no la hurtas a lo que debes?)

La conciencia es una piedrita más del río
que estela sigue su camino ausente.
Por eso te asombra.
Porque no entiendes.
No entiendes
y todo te llega con manos
y presión que no deslavazas e integras
en ti para no integrar.
Pero deseas que así ocurra.
Integra. Apenas hay brisa.
Solo la luz de la voz
del río que fondo
al fondo
se dilata y se pierde.
No comprendes, y este
es el principio. Como un acertijo
que no se hubiera pronunciado jamás.
Sin amuleto y sin señal.
La noche: la que todos
desean que refulja
sobre sus cabezas libres.

Detente a la orilla.
El agua negra
preñada de horizonte
no te señala ni fecunda.

Etcétera.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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