Te has tatuado en el tobillo la marca de luna
de aquel cristal donde apoyamos nuestras
espantapájaras cabezas.
Íbamos dormitando
de camino a casa recienborrachos,
estrenados
en la dulce y metropolitana intermitencia
de caricias & besos
casi adolescentes.
Hiciste una voz a la marca aquella,
un clic y una mirada.
Comprobar.
Salvar.
Volver a dormir.
No recuerdo ni cómo, ni cuándo llegamos ni por qué.
Simplemente al otro lado del vagón te he visto esta mañana.
Arriba la niebla
nos había borrado antes los rostros, pero tu tatu
permanecía liviano en aquel tobillo,
y aquella risa fresca.
Simplemente
al fondo del vagón...
lo he reconocido.
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