miércoles, abril 29, 2009

La Mujer-Muerta

Mis pasos me han llevado esta tarde de nuevo al bar de Antonio. Había un par de tipos que se estaban tomando unas cañas pero que se han sentado en una mesa del comedor cuando he entrado por la puerta: la barra expedita para mí, salvo un parroquiano que solo miraba a través de sus gafas, no movía ni uno solo de los músculos de su cuerpo, salvo los de la boca.
En la primera mesa, un poco más allá de la barra, un par de madres con tres niños y un abuelo. El abuelo se encontraba muy tranquilo, una tranquilidad que me transmitía sin que él lo supiera y yo se la tomaba muy agradecido. Al rato llegaron más niños. Uno con la cabeza rapada excepto por una cresta que le caía hasta la nuca, y rubio -lo que los padres pueden llegar a hacer en sus ratos libres a los chavales...- y tres o cuatro gitanos. Muy salaos todos. Han llegado como una tolvanera y se han ido así también.
Cuando todos salían en tropel por la puerta ha llegado el Hombre-Feo y Antonio le ha preguntado muy tranquilamente por la mujer. Parece que estos se han reconciliado. Incluso parecía que no hubiera pasado nada tras la gresca que mantuvieron en mi presencia el otro día. El Hombre-Feo le ha contestado que en casa planchando y al rato le ha preguntado a Antonio si sabía dónde podía comprar una Biblia. Antonio le ha contestado que en la calle Postas existen tiendas de ésas. De pronto he sentido la angustiosa sensación de que aquel Hombre convivía con su mujer muerta y que desde hace tiempo viene al bar, se toma su café con leche y se vuelve a marchar para encontrarse con un cuerpo embalsamado en cualquier habitación de la casa. Sí, con toda la tranquilidad del mundo. Pero no sé si me entienden: él sigue teniendo mujer, es decir, sigue contando cómo se encuentra su mujer, qué es lo que hace, cómo llega del trabajo y adónde salen, si lo hacen, los fines de semana, hasta si se ha comprado un nuevo vestido o si siguen follando...
Un día les diré a los dos que yo también tengo una mujer muerta dentro, muy dentro de mí, en lo más profundo -no necesariamente en el corazón, joder, sería una cursilada- y que espero que algún día, algún día... porque no sé cómo se convive con una mujer-muerta.
Creo que al final tendré que preguntárselo y dejarme de chorradas.

No hay comentarios: