martes, diciembre 11, 2012

Cuadernos del Matemático. Aparece el número 49

Mi querido Quías me escribe para darme un toque de la publicación de la revista Cuadernos del Matemático (y ya van, ni más ni menos, 49 números durante sólo 24 años) con su suplemento de Lavarquela dedicada a la Primavera árabe, su parte bien pertrechada de poesía (con poetas y poetos noveles y consagrados), Les Cressons Bleus, y entre los artículos de crítica aparece una referencia a la fantástica colección Pi de poesía de mi buen amigo Jesús Malia (AQUÍ podéis leer más sobre ella), entre otras "muchismas" cosas. Un lujo imprescindible en Getafe para la historia de la cultura y de la literatura que no se puede pasar por alto. Ezequías, Cristóbal, Matías y todo el cuerpo de redacción y edición de esta revista que están o han pasado por esta publicación incansable afortunadamente, son la caña, joder. Que sigan.

Estimados amigos y amigas: la semana próxima saldrá el n.º 49 de la revista Cuadernos del Matemático. Os adjunto el editorial, (...) y la fotografía de portada, obra del afamado fotógrafo Manuel Sonseca. (...) Como sabéis, llevamos 24 años editando con pluralidad y benevolencia, siempre contra viento y marea porque la independencia hay que pagarla, pero estos son tiempos todavía más recios y la cantidad (20 euros) de la suscripción ridícula (...).


Y aquí fusilo la editorial de la revista que me ha enviado:

"El dinero de los premios"
 
Anécdota personal. El pasado mes de octubre el novelista Javier Marías rechazó el premio Nacional de Narrativa concedido a su novela Los enamoramientos por el Ministerio de Cultura: “El Estado no tiene por qué darme nada por ejercer mi tarea de escritor siempre he rechazado toda remuneración que procediera del erario público”. A partir de aquí, impersonal y genérica la mercurial valoración del dinero de los premios literarios. Premio, del latín praemium, es una distinción, un galardón o una recompensa (o las tres cosas simultáneamente) que se otorga a alguien por algún mérito o servicio. En general una compensación como reconocimiento a un esfuerzo o logro. Dado que en la República de las Letras el dinero siempre fue un bien escaso, desde siempre se solicitó el praemium según variantes de dádiva, beca, subvención, ayuda... o concursando. Desde el principio: Cervantes dedica su Quijote al Duque de Béjar para así ponerlo “al abrigo del clarísimo nombre de Vuestra Excelencia”. Y desde el principio está claro que quien concede abrigo es el poder, sea poder político o poder económico, reconocida pareja de hecho. La dignidad puede distinguir entre ayuda desinteresada o soborno y el doble dilema es decidir si es más torticera la generosidad de un ministerio o una editorial y cual me corrompe menos. Y cuando no se ha solicitado si procede de admiración, de amistad o de espurio do ut des, "doy y das", te doy para que me des. Más la necesidad: lo necesito para comer y acepto o si lo rechazo puede ser una impagable promoción publicitaria. Rechazarlo sin más o rechazarlo provocando una rueda de prensa multitudinaria es tanto dilema como estatus. La necesidad es naturaleza en estado puro y la naturaleza no es ética, el pez grande se come al chico. Los premios, como la lotería, son injustos por naturaleza, Borges nunca ganó el Nobel: la gracia para uno procede de múltiple desgracia ajena. Los premios literarios, para no ser arbitrarios, deberían concederse por orden de aparición en escena o por orden alfabético, eso sí, sorteando la letra de iniciación del reparto. Quizá no debieran existir y el sustento del escritor debiera ser en exclusiva sus derechos de autor, fantasía inimaginable cuando los lectores son una especie en peligro de extinción, cuando la propiedad intelectual es la única que se socializa, ninguna otra propiedad pasa con los años al dominio público, y cuando en tiempos de crisis la gestión de las agencias literarias no es conseguir un buen contrato con un sustancioso anticipo sino el millonario premio de la editorial puesto que ese es el único dinero disponible. Triste tema el fiduciario en una revista matemática tan creativa como nos suponemos. 

La post posmodernidad tiene estos conflictos: “aparta o atrapa”, palíndromo. Si los escritores no necesitasen del dinero para comer la República de las Letras sería más justa, pero si no necesitasen comer sería más aburrida. 


(Esta entrada ha sido actualizada)

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