martes, agosto 23, 2016

C. Milosz


La aparente facilidad con la que escribe Milosz sus poemas, recreando paisajes tanto exteriores como interiores, constituye una manera de contener una realidad que constantemente Milosz nos dice que se le escapa. No hay palabras para describir no lo que percibe sino lo que simplemente le rodea. Pero aún así, trasciende con un oficio que es afilado, que con ductilidad y conocimiento es capaz de desentrañar aquellas sensaciones que siempre nos dejan con el regusto de "cómo decir", por dónde empezar, cómo referirse, etcétera. Milosz lo hace fácil. Parece fácil, ¿verdad? Habla de los inabarcables paisajes de la conciencia, de la melancolía, de la pérdida de la juventud para el extrañamiento ante la vejez de manera sencilla pero no por ello menos contundente o certera (resulta curioso cómo nos hace ver la distancia entre la conciencia o el "yo" que a medida que avanza la vejez se extraña de su cuerpo como si se hubiera colocado un disfraz...).También, en su Ars poetica, señala las flaquezas de los poetas y de cómo se pueden llegar a avergonzar al mostrarlas (no es otra cosa que intentar añadir claridad a lo que como seres humanos nos afecta) o de quién dicta la poesía si un ángel o un daimonio.

Sí, Milosz es ante todo un ser humano que se hace las preguntas más archiconocidas sobre el sentido de la vida, la muerte, el permanecer a esto y por qué, aparte de su paso por lugares fuera de su hogar. No levanta juicios sino que nos compromete más con nosotros mismos. Sin duda, este es un brevísimo apunte sobre su poesía. Nada más que eso.

Czeslaw Milosz, Tierra inabarcable. Antología poética. Barcelona. Galaxia Gutenberg, 2011.

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