miércoles, febrero 08, 2017

Compasión

"El futuro es un insecto de caparazón negro y volador con duros, quitinosos élitros que zumban persistentes y que no se posa en lugar alguno, no para, no se detiene, asciende y desciende, constante, no se le ve pero está ahí, podría llegar a ser enorme, monstruoso, o diminuto pero también muy complejo, con una estructura nunca antes vista (...)".
Habitantes de Urk, Raleigh Carsen

Mi vida podría ser una novela -dice la mujer del mandilón sucio y negro mientras nos hace pasar al dormitorio. Su rostro oscuro que intenta esbozar una sonrisa, su sobrepeso. La luz de la recién estrenada mañana nos descubre a su marido postrado sobre un camastro superviviendo gracias a los medicamentos diarios. Pesa más de 200 kilos y tiene el culo de zapatero, como si se hubiera sentado los últimos 60 años sobre una tabla. Apenas se le ven los ojos por la cortisona que le ha hinchado el rostro, por lo que parece una máscara sudorosa en la que se aciertan un par de rendijas horizontales, dos débiles pozos renegridos que apenas se abren. Al sentir que estamos allí emite unas palabras breves que parecen siseos, quejas calladas, gorgoteos. Es la hora de comer y su mujer nos cuenta lo del culo de zapatero. Ella vuelve a sonreír y lanzamos otra pregunta, un comentario más. El silencio se me hace desesperante.
Salgo a un balcón donde apilan cachivaches y me quedo un buen rato contemplando el precioso lago azul sobre mi cabeza. Respiró un par de veces profundamente. Un barrio popular, lejos del centro. Casas de ladrillo y enormes televisiones de plasma. Gritos desaforados llamándose unos a otros, saludándose. Las carreras de los chiquillos. El barrio, lejos de los centros comerciales, de los lugares de ocio acostumbrados. Un enorme dormitorio con innumerables tienditas de chinos, fruterías, pequeños, diminutos supermercados, alguna que otro establecimiento haciendo apaños... lo que queda, lo que han dejado después de la concentración de los negocios. A mi espalda, escucho cómo la señora explica a mis compañeros la pensión que tienen después de haber trabajado toda la vida. A su marido lo despidieron antes de cumplir los 60 de la fábrica; ella, limpiaba casas sin cotizar. Él, tras el despido o el ERE, no pudo levantar cabeza, cayó en una depresión profunda. Escucho a un crío llorar en una de las habitaciones. Aparece un instante la hija, y supongo que la madre de la criatura, para volver a desaparecer en otra habitación. Salgo de nuevo al balcón y vuelve el enorme y nítido cielo azul profundo sobre mi cabeza. "Un poco de compasión, joder, un poco de compasión" -pienso entonces, sin poder evitarlo.

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