viernes, octubre 12, 2018

La línea de la sombra

Hace unos días y ante la duda de ver una película de DVD o hacer zapin en la tele -lo último siempre acaba en atontamiento express- me encontré con la voz de Alberto García-Alix.
Creía que comenzaba una película pero la voz era inconfundible y sus pausas, entonación y tranquilidad a la hora de exponer sus pensamientos, evidente.
Recordé la visita que hice, a lo largo del visionado de este programa Imprescindibles de la 2, La línea de la sombra, a aquella muestra que con gran justicia se le hizo en el Reina Sofía hace ya unos años; recordé también aquel hermoso, sencillo y doliente gran poema que el propio A. García-Alix lee, voz en off, y que se escuchaba en bucle en el interior de aquella última estancia -al fondo, cubierto el umbral por un enorme y pesado cortinón negro- junto a las fotografías realizadas en China. Esta proyección junto a sus palabras fue, sin duda, una revelación del tiempo transcurrido, de las experiencias tenidas, atesoradas, vividas, de la pérdida en el camino de amigas y amigos, amantes, de la juventud, de la comprensión de que la vida quieras o no, va en serio, de la enfermedad, del dolor físico y mental, de los deseos, las ilusiones, la multitud de experiencias... Ese gran poema, con todas aquellas imágenes de altos, rectangulares, macizos, compactos e imponentes edificios como féretros en riguroso y ciertamente difuso blanco y negro, entrañaba un hermoso homenaje a aquellos que vivieron junto a él, que compartieron con él. Doliente, sí, radical, también, pero vital y hermoso. 
En La línea de sombra se desarrollan multitud de historias. Una de ellas, la camisa de su hermano, una camisa con dobleces, acostada sobre el asfalto, sucia, me recordó a su vez la camisa impoluta pero opuesta a la anterior: iluminada, recia en sus aristas, sin dobleces, portada de Cuadernos del Matemático ("Un hombre con la camisa muy limpia no es honrado", añade el propio A. García-Alix en la parte inferior de la fotografía) y donde se dieron cita también los poemas en una separata de El Ángel, un ser que pasó de puntillas en su momento en el panorama literario y que luego, afortunadamente, fue reivindicado por esta revista que ha dado asilo y ha acogido tanto a inéditos como a grandes y primeras figuras del quehacer de las letras. También se nombró al bueno de Quico Rivas, al que tuve la suerte de conocer, y de quien recuerdo sus trabajos -en la exposición organizada si mal no me equivoco por los rebeldes y, si me permitís, necesarios amigos de la revista Vacaciones en Polonia en la galería Cruce-, Los correctores, o mucho antes, la creación de la revista libertaria Refractor o la Huelga de Artistas como protesta ante la infame segunda guerra del Golfo.
En fin, multitud de historias me fueron asaltando la memoria mientras escuchaba las palabras de A. García-Alix, mientras aparecían sus fotografías, los momentos de su trabajo cotidiano, sus confidencias a cámara... Un placer, de nuevo, sin duda alguna. No os perdáis este trozo de vida.

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