martes, septiembre 16, 2008



Por la noche se oía el vasto corazón de Zambujeira. Un enorme tambor tecnológico que variaba más bien poco de ritmo, pero que a medida que la madrugada fue avanzando se diversificó aún más.
Fue entonces cuando me recordé otro tiempo, en el mismo lugar, pero esta vez sin tienda de campaña que me cubriese y mucho menos con tapones de cera.
Los vecinos de tienda parecían ser una pareja con dos niños –o el único que existía se duplicaba– que corrían de un lado a otro de la finca o de la parcela. A mi izquierda había una tienda de dos jovencitas que por la tarde se habían convenientemente acicalado para ir a la rave.
En frente, una pareja de recién casados cenaba a la luz de una lamparilla alimentada por un camping-gas.
La noche se había echado ya, y hacía tiempo que me dejé de interesar por el general Cummings o de que Red, el intelectual del pelotón, narrara cómo se había desarrollado su vida hasta aquel momento. En la portada del libro aparecía un soldado norteamericano muerto y semienterrado en la arena de la playa. Mientras leía me encontraba en el umbral de la tienda, aislándome de los demás pero no completamente. Necesitaba de la luz. Ese era el motivo.
Más tarde me fui a la cafetería del camping y pedí cerveza. Me senté en una de las mesas y allí escribí algunas notas. Nada de recuerdos. Todo eran reflexiones de aquel momento. Me sentía muy a gusto. De hecho me importaba una mierda el que la gente pudiera verme haciendo eso. Un tipo solitario, leyendo. Qué bobada, pero lo pensé. Y fue cuando recordé a Bolaño. Y fue cuando pensé en la libertad que tenía al ser allí un completo desconocido. Entraron unos españoles y creo que uno de ellos era de Lavapiés. Yo no deseaba ningún contacto.
Días atrás mi cuerpo parecía haberse encogido en el camping de Sagres. Para llegar a cualquier parte tenía que atravesar un enorme campo, con su camino y una finca que dejaba a mi derecha a mitad del recorrido. La valla de esta finca, de piedra, tenía en la entrada un esqueleto de cabeza de vaca, una advertencia de cuidado con los perros y unas extrañas e inquietantes esculturas. Al volver al camping utilicé de linterna el móvil y pasé delante de aquella casa. Imaginé que nunca más volvería al camping y mucho menos saldría con vida de aquel camino. El tipo de la casa me esperaba en la puerta. Era enorme. Me dio las buenas noches y yo le contesté también con una sonrisa. Me advirtió que tuviera cuidado con las raíces del camino y yo se lo agradecí. Al llegar al camping fui directamente al bar y pedí un par de tercios, aunque lo que necesitaba en ese momento era un buen whisky. Me los bebí escuchando conversaciones anodinas de gentes cubiertas por un matiz anaranjado y terroso. Un padre inglés, con toda la pinta de haber salido de una película de Ken Loach donde interpretara el papel aquel del buen compañero de Riff-Raff, hablaba con su hijo. Vi al chiquillo ausente, como si echara de menos algo muy importante. Se lo noté en la mirada, en cómo cruzaba los brazos con cierta desesperanza. Me transmitió soledad y separación, como si no quisiera estar allí, pero no por su padre, sino por el aislamiento, la diferencia con su mundo habitual, aunque no fuera ni con mucho el mejor de los mundos. Sentí entonces una vasta tristeza, una tristeza honda por aquel chiquillo, por aquel padre que intentaba animarle, por mí mismo, ya que no conseguía olvidar a quien amaba. Me sentí tan lejos de todo a pesar de estar tan cerca. Pero, ¿tan cerca de qué?
Llegaron más parejas. Gente sola, grupos de cincuentones alegres, y la luna enorme, blanca, una gota de leche con diminutas motas de tierra, iluminaba todo aquello. El mar quedaba apenas a dos kilómetros por ambos lados. Era un inapreciable apéndice en mitad del mundo.
Desperdigadas las tiendas por hondonadas de tierra. Susurros en la noche, algún que otro crío quejicoso y la luna arriba como un faro constante de qué mar, de qué espacio…
Quise soñar contigo pero los dioses no me concedieron tal deseo. Ahora entiendo el porqué.

(La foto http://galufos.blogspot.com/2008/06/festival-do-sudoeste-zambujeira-do-mar.html)

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