sábado, marzo 24, 2018

Camilo (XXXII)

Al final Camilo se armó de valor y fue a la biblioteca decidido a desfacer el entuerto. Con paso firme y firme disposición entró como un gatito asustado a buscar en el lineal la película que devolvió el otro día y, maldita la gracia que le hacía, el bibliotecario no registró como entregada [es un error muy común, pazguato].

PARECE QUE EL EL SER HUMANO BASA SU CONSTRUCCIÓN MORAL EN EL MIEDO

Llegó y abrió la puerta de aquel edificio lleno de esperanza y fue directo al lugar sin antes buscar la signatura de la película que quería. Recorrió con un dedillo las PAP, PEP, PIP, POR, PAR... y así cienes y cienes de películas allí dormidas, reposantes, hasta que dio con la suya

y fue cuando sonó ese JODIDO 


EUREKA!

[[ la encontró ]]

en toda la biblioteca 

[no fue Hölderlin quien dijo eso de que "El hombre quiso hacer de la Tierra su Cielo y lo ha convertido en su Infierno"?]

(pero solo fue en su cabecita llena de neuronitas que dicen no sé, alguien, no sé, alguien, no sé, que en la cabeza tenemos neuronas y que la Tierra no es plana)

Y fue directo a la bibliotecaria que en ese momento estaba atendiendo en el puesto a los concurrentes lectores y visionadores y los habituales "paseapréstamos". No había nadie ante él, lo que le permitió pasar el primero. 

-Hola.
-¿Para prestar?
-No, mire... 

Camilo se quedó en blanco. Se fijó en la figura que le hacían sus gafas. Llevaba unas gafas de señora pues era una señora de cincuentaytantos años. Una señora de verdad. La misma señora que aparece en un microsegundo en el Show de Truman. Se fijó en la cadena que colgaba de ambas patillas. En su sonrisa un tanto estresada. En sus ojos que exigían que Camilo se moviera rápido, pero con amabilidad. 

-Le explico... 

Otra estúpida décima de segundo por encima de las posibilidades de Camilo. Otra décima de semana con la que Camilo percibió una minúscula mota de polvo que revoloteaba gracias al haz de luz que entraba desde atrás, en la puerta de salida y entrada a la misma biblioteca. Una décima de segundo que le volvió a sumir en una percepción extraordinaria de las cosas, en una percepción que siempre le devolvía un cambio depresivo pues le exprimían bien esas emociones las endorfinas 

de su pequeño cuerpo (y luego pin, y luego pan, y luego pinpan y luego más pan y pan y después pluf, pluf, brras, plam, blam, scrash, y luego bam, bam, ja!, bam, ya, pum, o dicho en el lenguaje de la química: Tyr-Gly-Gly-Phe-Met-Thr-Ser-Glu-Lys-Ser-Gln-Thr-Pro-Leu-Val-Thr, por ejemplo.).

-... el otro día...

 


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