La sardina y su palabra.
Tan brillante, escamosa.
Ojitos pequeños, vivarachos,
así, después de pez, pescado.
Sardina que por el monte vas,
con tu escama pulcra,
rompes mi renegrío corazón.
Bocado diminuto,
boquita sencilla, presurosa.
Sardina, ¡ay, sardina!
Nunca perezosa.
El amor en sordina te reclama.
Te llama, te lame y te come.
Tú, cardumen,
tú, alvéolo improvisado del mar
que refrescas con baile y verdad.
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