De cómo un tal don Gobierno,
cualesquiera que este sea,
atado de pies y manos por las grandes fortunas,
vendió la gallina de los huevos de oro
una noche y al amanecer de un día.
Entonces al esprintar los meses,
diose cuenta de que se había zampado la gallina, al gallo, a su hermana
y a su tía,
y que en su propia casa ni comer, ni beber, ni holgar podía,
por lo que tuvo que irse extramuros a vivir
del malcurrillo temporal en el que solo día a día bien sufría
porque le faltaba el aire, aquella calle, sus gentes, la alegría.
-¿Qué
has hecho don Gobierno
que tu puerta abriste a don Dinero
que ni corazón ni alma tenía?
-…
-¿Qué
hiciste?
-…
¿Pensaste que era buen negocio
pero como irisada pompa te cameló
y estalló tan jabonosa
que ni lavarte pudo tu mala vergüenza,
tu insania, tu hambre,
tu codicia?
-…
-¿No
escuchaste
que doña Usura venía de la mano de don Dinero
calle arriba, calle abajo
por tu barrio tan bonito, que de noche esplendía a pura vida
y por el día de colores se llenaba y se nutría?
-No.
-Eres tonto.
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